Domingo de Soto fue un fraile dominico y teólogo español, confesor del emperador Carlos V.
Ocupó la cátedra de teología en la Universidad de Salamanca en 1532, donde se integró en la denominada escuela de Salamanca. En 1545 fue enviado al Concilio de Trento como teólogo imperial ante la imposibilidad de que fuera el también dominico Francisco de Vitoria.
Participó en los debates en torno a la disputa abierta entre Sepúlveda y Las Casas por la cuestión indígena llamada de los Justos Títulos o Polémica de los Naturales, formando parte de la comisión de teólogos que se reunió en Valladolid entre 1550-1551 (Junta de Valladolid).
De orientación tomista, comentó varios libros de física y lógica aristotélica.
Domingo de Soto fue el primero en establecer que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración constante,2 siendo este un descubrimiento clave en física, y base esencial para el posterior estudio de la gravedad por Galileo y Newton. Describiendo experimentos en el plano inclinado, Soto atribuyó la aceleración de los objetos en caída a una "resistencia interna" originada en la Tierra3, adelantándose así a la teoría gravitacional.
Analizó numerosos problemas económicos como la usura, los contratos, la actividad del intercambio mercantil, la determinación del precio justo, así como las variaciones del mismo.