Lucas Beltrán Flórez fue economista, Catedrático de Economía y Hacienda Pública en las Universidades de Murcia, Salamanca, Valladolid y la Complutense de Madrid. Procurador en Cortes y Presidente del Sindicato de la Enseñanza Privada. Director del Servicio de Estudios del Banco Urquijo, Secretario General del Plan de Estabilización y de los Planes de Desarrollo. Fundador de Unión Editorial. Autor de libros como: “Economistas modernos”, “Historia de las ideas económicas”, “Ensayos de Economía Política”, fue uno de los más importantes liberales españoles del siglo XX.
Desde muy temprano tuvo que ser consciente de la importancia de un pragmatismo bien fundamentado en lo teórico. Ello se debió a su formación jurídica—se licenció en Derecho por la Universidad de Barcelona—y a su paso por la London School of Economics, donde tuvo el privilegio de aprender el valor de la libertad y de las positivas consecuencias de su aplicación económica y política, de manos de Lionel Robbins y Friedrich von Hayek.
Esta formación intelectual interdisciplinaria, abierta y rigurosa pronto tendría la oportunidad de ponerse a prueba en el terreno de lo posible: la política y el servicio a la Administración. De 1932 a 1936 Beltrán trabaja mano a mano con la que había sido la mayor figura política de Cataluña antes del advenimiento de la República, Francesc Cambó, quien, con un sentido político moderno, entonces desconocido en España, había formado en torno suyo un grupo de asesores entre jóvenes de la Lliga, entre los que estaban, además de don Lucas, Salvador Millet i Bel, Narcís de Carreras o Marcel·lí Moreta. Todos ellos bebieron de lo que Beltrán denominó “la escuela política centrista catalana”l. Estos autores conjugaron el amor y servicio a Cataluña y a España, su catolicismo con el respeto a la libertad de conciencia, su conservadurismo con el impulso renovador, y el idealismo con el pragmatismo.
Su amistad con Cambó, y con otro gran liberal catalán pasado al bando nacional, Joan Sardá, evitaron que Beltrán fuera represaliado y que pudiera buscar acomodo en el mundo académico. Consiguió la cátedra de Economía Política en Murcia, Salamanca, Valladolid y, bastantes años después, en Madrid, al tiempo que dirigía el Servicio de Estudios del Banco Urquijo. También escribe y publica con éxito obras como “Economistas modernos” (1951) e “Historia de las doctrinas económicas” (1960), aún hoy un referente de historia del pensamiento económico.
La serie de artículos de Hayek, Popper, Röpke y tantos otros liberales de primera línea que Beltrán prologa y coordina para Ordo (1962) —la revista de cabecera del “milagro alemán” que acometería Erhard— así como su informe sobre el Plan de Estabilización franquista (1966), llaman la atención de López Rodó y de los tecnócratas del gobierno español, llevando una vez más a Beltrán de lo teórico a lo práctico, del mundo de las ideas al de su ejecución política. Es así nombrado, primero, Secretario General del Plan Estabilización y de los Planes de Desarrollo, contribuyendo de manera esencial al desarrollo económico moderno de España, y, después, presidente del Sindicato Vertical de la Enseñanza y procurador en Cortes.
El significado de la visión liberal que siempre mantuvo en relación con el funcionamiento de los mercados y del sector público hay que entenderlo en su perspectiva histórica. Hoy son en el mundo mayoría los economistas que reconocen que el mercado es el mecanismo más eficiente de asignación de recursos y que el papel del Estado moderno ha superado con mucho los límites que el buen funcionamiento de la economía requiere. Pero no deberíamos olvidar que esto no ha sido siempre así. Y menos en un país como el nuestro, en el que, tanto desde la derecha como desde la izquierda, se han defendido tradicionalmente soluciones estatistas a los principales problemas económicos. Digámoslo claramente: ser liberal en España ha tenido sus costes. Y el profesor Beltrán tuvo que pagarlos en muchas ocasiones, sin que, durante bastante tiempo, su obra alcanzara en España el reconocimiento que merecía.
Desde su cátedra, como miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras o a través de muchas iniciativas junto a otros grandes liberales como Luís Reig y Juan Marcos (con quien fundó Unión Editorial), Beltrán buscó siempre vías para difundir las ideas de la libertad y cultivar un ánimo abierto, humanista y curioso en muchos jóvenes, y no tan jóvenes, españoles.
Desde la Sociedad Mont Pelerin hizo lo propio en el ámbito internacional. Siendo una de las figuras más respetadas de la institución, intercambiaba ideas y opiniones con premios Nobel o estudiantes con exacta lucidez, amabilidad y caballerosidad.
En Cristianismo y Economía de Mercado, Beltrán trata de explicar las razones que atraen a muchos cristianos al colectivismo y defiende la plena compatibilidad entre cristianismo y liberalismo. En esta línea, dedicó varios ensayos a glosar las aportaciones de los frailes de la Escuela de Salamanca, verdaderos padres del liberalismo económico.
Lucas Beltrán se convierte en el verdadero centro de las iniciativas que van creando la primera generación de economistas genuinamente liberales, siempre dentro de la Escuela Austríaca y bajo la inspiración de Hayek. Defensor del liberalismo por católico amor al prójimo, su autoridad es indiscutida dentro y fuera de España.